18 mayo 2015

Taller en la cárcel Modelo: un viaje al corazón de los internos a través de la edición artesanal.

Con una discreta arquitectura, la cárcel Modelo ubicada en el centro de Barcelona, disimula por fuera y con acierto todas las historias que guardan sus paredes centenarias. No cualquiera puede traspasarlas y para hacerlo, además de empeño y dedicación se necesitan muchos formularios, revisiones, más formularios y más revisiones y atravesar muchas puertas, que se abren y se cierran rotundas ante los que estamos acostumbrados a movernos libremente por la acera.

Pero hay una cosa, que te empuja a traspasar una, otra y las puertas que hagan falta para llegar hasta el alma de un recinto penitenciario. Para conocer de cerca a esas personas que tratan de doblarle la mano al destino buscando unos momentos de libertad en los talleres de creación artística del recinto. Una de esas fuerzas para traspasar las barreras físicas -y las que no se ven- te las da el entusiasmo del personal que trabaja día a día con los internos.  Nuria, la educadora social que me ha invitado a dar el taller, es una de ellas. Pequeños héroes a quienes las tremendas historias que hay detrás de cada interno lejos de ahuyentarles, les atraen y les empujan a seguir creyendo en el ser humano, aún en los contextos más adversos. En los talleres de artes plásticas y en los de cerámica se respiran “segundas y hasta terceras oportunidades”. Y eso mola.



El segundo empujón te lo da tu entusiasmo mismo. Contagiada ya de esa grandeza del personal, quieres ver si puedes con tu trabajo estirar esos minutos de libertad y tratar de que los internos viajen, vuelen,  a través de la poesía  y el arte de nuestros modestos libros carboneros.



Sorteadas durante los primeros minutos, las miradas que escanean a cualquiera que venga del exterior, me pongo manos a la obra porque no quiero perder ningún minuto de esta experiencia.
Me presenta, bondadosa, Sofía, la titular de un taller en que las pinturas y el dibujo tapizan las frías paredes. Les explico en qué consiste un libro cartonero, en su función, su objetivo y de qué están hechos. Les muestro cómo vamos a hacer un libro en estas horas. Cómo vamos a convertir unos cartones recogidos de la calle, unas fotocopias y unas revistas viejas en un libro. Se sonríen cuando explico esto y cuchichean (claro, dirán ¿De dónde viene esta loca que quiere hacer libros con cosas de la basura?) pero las sonrisas se transforman en miradas reflexivas cuando les digo que lo que vamos a hacer “es darle una segunda vida al cartón, una segunda oportunidad”. Ahí las risas decrecen. Se produce un pequeño silencio y rápidamente se ponen manos a la obra.



Al compás de Chopin y otros clásicos, los internos hacen en dos horas de taller, un libro cartonero cada uno. Entremedio han cantado, hablado, preguntado, vuelto a cantar, hablar y venga preguntar. Han contado chistes también. Les gusta el resultado del libro que tienen entre manos. Lo han decorado a su bola y les hace ilusión – al menos eso creo-  que cada ejemplar de Micronopia, de María Paz Ruiz Gil tenga una portada “única e irrepetible”.

Le sacamos una foto a sus obras y les digo que se lo pueden llevar para leerlo con calma. Algunos me lo quieren regalar. Los disuado inmediatamente y no sin una pizca de humor negro:¿No será porque no tenéis tiempo de leer? Nos reímos juntos y nos despedimos varias veces. En realidad la broma tonta esta me la hago a mi misma para que no se me caigan lagrimones frente a ellos. Estoy muy emocionada con estas dos horas. Será difícil de olvidar.



Pero no hay tiempo para tanto. Rápidamente hay que abandonar el recinto, la vida en la celdas y en los patios continúa.




Desandamos el camino a vueltas con las puertas, las credenciales las identificaciones. La salida es muy rápida. En media hora ya estoy puerta afuera y con ganas de tomarme un café bien cargado para asimilar lo que ha sido dar un taller de edición artesanal en la cárcel Modelo de Barcelona.